¿Heroes o villanos?

Este fin de semana, he estado junto a otros camaradas en la XX edición de las fiestas del Partido Comunista andaluz, lo cual ha sido bastante constructivo, no solo debido a las charlas, debates y demás actos que se han llevado a cabo, sino por el hecho de conocer camaradas de toda Andalucía. Pero realmente este no es el tema por el cual quiero hacer esta entrada, sino por un asunto en particular que me dio mucho que pensar en uno de los debates, como el que se realizó el domingo a las 12 del mediodía, por integrantes de Izquierda Unida y del Partido Comunista, entre otros, Alberto Garzón. En ese debate se trató de analizar las consecuencias, y lo que había acarreado la revolución de 1917 a nuestra sociedad, a nuestras costumbres, y a nuestra forma de entender al ser humano como individuo y como parte de una sociedad. Eso me dio mucho que pensar porque casualmente, yo hasta hace menos de una semana he estado leyendo un libro de Maksim Gorki, que se titula 'La madre' que trata sobre la situación de los obreros la Rusia presovietica y del ambiente y el clima que se respiraba durante esa época previa, de ebullición, aunque no de revolución. En ese libro se mencionaba cómo la situación de los obreros era realmente deplorable, porque entraban a trabajar muy temprano durante la mañana y salían casi por la noche, sin ningún tipo de convenio laboral que les permitiese reclamar sus derechos como trabajadores. No se les permitía a la huelga. Si sufrían alguna lesión, al día siguiente no contaban con ellos y se contrataba a otra persona ipso facto. No se les valorabani en tanto en cuanto, trabajadores ni tanto en cuanto seres humanos. Otra de las partes más duras del libro, era cuando relataba cómo los trabajadores al llegar a casa después de haber estado en las tabernas bebiendo, al haber salido de trabajar, les pegaban a sus mujeres, y de una manera muy cruda relataba un fragmento en el que el padre del protagonista del libro una vez llegó incluso a darle un martillazo a su mujer en la cabeza, y por lo visto esto era lo común, porque a la madre de otro personaje y el libro también le pasó lo mismo. También relataba la brutalidad de los policías al entrar en las casas de los obreros y registrarlas buscando publicaciones de tipo revolucionario y en el trato con los propios trabajadores a la hora de reprimir sus huelgas. La letra con sangre entra.

Gracias a la revolución soviética de 1917, cuando Lenin en octubre consiguió hacerse con el Palacio de Invierno y todas sus consecuencias a la postre permitió, que la situación de todos estos colectivos fueran mucho más favorables e hizo que se le diera identidad al hombre como ser humano y no como un elemento en la cadena de producción, que es tal como se le veía antes de esta revolución. Gracias a Lenin se le dio a las personas, por sus reformas marxistas, identidad de ser humano, identidad de ente racional y entidad de ser, que es capaz de ser, estar y parecer, la cual es la dimensión más libre del hombre, que una vez tiene sus necesidades cubiertas, por sí mismo es capaz de tomar decisiones como una persona libre. Estemos orgulloso de ello, y eso es posible otra vez en estos tiempos de neoliberalismo, en que el ser humano ha vuelto a representar una mera pieza que encaja en el sistema capitalista y que forma parte de una cadena de producción, que hace que los ricos sean más ricos y los pobres sean más pobres.


Por eso cuando nos preguntan que si somos de derechas o izquierdas, debemos decir ¡Soy comunista! Porque nuestra identidad no se basa en la contraposición a otra ideología, sino es la firme creencia de que una sociedad diferente es posible, y de que entre todos solidariamente podemos construirla, y dejar atrás esa característica heredada de nuestra ascendencia judeocristiana que hace que seamos críticos en exceso con nosotros mismos, con nuestras ideas y con nuestra historia, ya que gracias a lo que creemos, gracias a lo que sentimos, y que eso que creemos y sentimos, lo hemos llevado a cabo durante muchísimos años por intentar cambiar la vida de las personas que queremos las que sentimos como iguales, nuestros compañeros. ¡Y que, coño, lo dice Marx en el manifiesto, que nos enorgullezcamos de lo que somos, cojones!

Tira millas.





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