Cómplices de la barbarie.


Desde la irrupción en el escenario político por parte de VOX, se han planteado no pocas dudas en lo concerniente al tratamiento y sobre si se deben naturalizar las relaciones con este tipo de organizaciones protofascistas, o al menos, que recuerdan el modus operandi de partidos políticos que creíamos que Europa, por su conciencia histórica y su "madurez", tenía superada.

En términos históricos, como bien enuncia Daniel Bernabé, el fascismo cayó sobre Europa hace dos días de manera fulminante, lo que hace reflexionar sobre la capacidad memorística de nuestro continente, el cual eleva a la máxima potencia la célebre frase que enuncia que la historia siempre se repite. Nuestra realidad nacional, continental y mundial, es que se cierne una gran ola de neofascismos que pueden acabar en una catástrofe en términos sociales, ideológicos y políticos. Sólo desde la conciencia firme de que se puede parar dicha ola podremos hacer frente a la regresión que amenaza con poner en tela de juicio los cimientos de todo aquello que teníamos asumido como obvio.

El cómo podemos hacerle frente es un tema que daría para, no una entrada, sino posiblemente un ensayo completo, por lo que me gustaría incidir sólamente en la idea del tratamiento en el día a día con respecto a estas organizaciones y su infecta cuadrilla.

La búsqueda de normalizar institucionalmente a esta gente es una teoría mayoritaria entre el grueso social, que cree entender que simplemente es la irrupción de una nueva arista en el escenario político, con nuevas ideas y búsquedas de nuevos modelos de organización social. Si algo hemos aprendido es que el sistema educativo español, en su rama histórica dentro de la educación básica, nunca ha buscado que aprendamos los crímenes del franquismo y el fascismo, en buena parte porque los editores de los libros con los que se diseñan los currículums son los afables compañeros de empresas sensible o dolorosamente ligadas al franquismo económico que sentó en su época el capitalismo de amiguetes que hoy adolecemos.

Buena parte de culpa de ellos es que hoy haya muchísima gente que entienda VOX como un partido constitucionalista "de bien", que representa a una gente que ya dejó atrás el franquismo y todo aquello que oliese a ello, cuando realmente se pierde el horizonte sobre su naturaleza: una naturaleza ligada a lo más duro del partido más corrupto que ha dado la historia de la democracia, que ha vivido del ente público toda la vida, para quejarse del mismo.  Una basura fascista que no dudaría un segundo, si se le presentase la oportunidad, en acabar con toda aquella población disidente para con sus podridas ideas. Herederos de quien llevaban a los gais a la cárcel según la ley de vagos y maleantes.

Considero firmemente que no se debería normalizar la relación con esta gentuza, que no merece más respeto que quien ha matado en masa, violado, oprimido y humillado al diferente, ya que buscan con sus políticas regresar a épocas pasadas de nuestro país que ni se debería pasar por nuestra cabeza reproducir.

No se debe respetar a quien predica el odio, a quien utiliza la palabra como arma de doble filo contra los más vulnerables. Hemos perdido, históricamente, la capacidad de odiar al fascismo: quizá deberíamos reaprender ciertas cosas y desempolvar herramientas que posiblemente consideremos oxidadas.






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