Por qué educación

Muchas veces me pregunto si en este sistema en el que se premia la frivolidad, lo aparente, lo superficial y lo más trivial, vale la pena luchar por lo que uno cree justo y a lo que aspira para construir una sociedad más igualitaria y digna. Estamos en una vorágine inducida en la que muchos y muchas nos encontramos un poco perdidos, debido a que, gracias a muchos inhibidores, como pueden ser los medios de comunicación de masas o las redes sociales, estamos formando, o más bien deformando una sociedad que deja mucho que desear en cuanto a herencia para las generaciones venideras, tanto en lo educativo como en lo moral. ¿Pero a qué se debe esto? Sería una ingenuidad decir que esto es solamente fruto del capitalismo, que buena parte de culpa tiene también, pero no es ningún tipo de fuerza de peso si no va acompañada de una actitud que lo promocione y lo facilite. Y sobre todo, no es nada si se tiene una buena educación y formación que haga de contrapeso ante semejante titán económico, social e instructivo.

Como buen marxista, considero que el motor de la historia es la lucha de clases, y es algo transversal a todas las épocas de la historia, aunque con diferentes variantes en cuanto a la terminología y condiciones que se otorgaban a opresores y oprimidos: esclavos y esclavistas, señores feudales y vasallos, clase obrera y burguesía. Siempre ha habido, hay y habrá una dicotomía entre los de arriba y los de abajo, y pretender hacer entender que este discurso es algo desfasado es, simplemente, mentir. Durante toda la historia se han hecho diversas interpretaciones sobre como eliminar esa desigualdad entre los de arriba y los de abajo, con diferentes resultados en el análisis, como pueden ser la vía armada revolucionaria o la insurrección o tantas otras.

Personalmente, me gustaría hacer una aportación personal a estas interpretaciones, ya que se criminaliza muchas a veces a colectivos por buscar y luchar por sus derechos de manera violenta, pero no se puede juzgar estos hechos sin entender y analizar el contexto en el que se desarrollaron, como pueden ser la revolución soviética, la revolución cultural china, la lucha de las sufragistas inglesas, o tantas otras que poblan las páginas de los libros de historia. Conociendo las condiciones en las que vivían, demasiado poco se sublevaron en comparación a lo estigmatizados y castigados que estaban.

Decía Francis Fukuyama que tras la caída del muro de Berlín, el mundo dejaría a un lado los conflictos armados y todo se resolvería a través del mercado y la economía: el comercio. Personalmente no considero que eso sea así, puesto que realmente revoluciones e insurrecciones habrá siempre que el ser humano quiera reivindicar sus derechos y sus libertades de manera radical y profunda.

Pero de nada sirve eso si no va acompañado de una revolución cultural; la hegemonía de Gramsci. La educación juega un papel súmamamente trascendente en la misma. No se debe proponer como una alternativa a la lucha en la calle, sino que se le debe dar un sentido de complementariedad. De nada sirve la revolución sin una legitimación intelectual, porque entonces pierde todo atisbo de justicia social.

Sin hegemonía cultural, venceremos pero no convenceremos.

Tira millas.



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