El racismo no se discute, se combate

Acabo de llegar a la universidad, ya que tengo un examen hoy en pocas horas, por lo que estoy escribiendo esta entrada en la biblioteca. He venido en autobús, y os estaréis preguntando el por qué de este preámbulo, pero esto tiene un sentido. He escuchado algo en el bus que me ha hecho reflexionar, debido a que es algo bastante generalizado entre la gente más rancia de este país, mucho más entre la gente mayor.

Estaba sentado en uno de los primeros asientos, cuando el bus ha parado para recoger a varias personas que estaban esperándolo en la estación de Vícar, cuatro de ellas más o menos marroquíes (perdonad la imprecisión, no os he contado mientras entraban) las cuales se han ido sentando de manera aleatoria, una de ellas, en el asiento que había a mi izquierda. Hasta ahí todo bien. El problema ha venido cuando una mujer mayor que había en la primera fila ha empezado a hablar con el conductor sobre el tema del barco de refugiados "Aquiarius" que ha acogido España. El uno y la otra han empezado a decir que era una burrada que hayamos acogido a tanta "mierda" y que con lo que cobran los políticos, ya podrían haberse llevado a su casa a catorce cada uno, que en la calle sólo molestan y delinquen, a parte de que son un gasto que pagamos entre todos. Acto seguido han empezado a mirar con cara de asco a todo aquel extranjero que se subía al bus. Lo más bonito es que todas esas personas se han quedado calladas sin decir nada, cuando yo, si hubiese sido una de ellas, lo mínimo que hubiese hecho sería mandar a callar a semejantes despojos humanos. Bueno, humanos. Yo, al igual que ellos y ellas, me he quedado callado por no montar una escena en el bus.

¿Cómo se puede llegar a tal nivel de cinismo, de inhumanidad y de bajeza? No se puede ser tan miserable con las personas que están huyendo de una puta guerra, que esto en ocasiones se nos olvida, y creo que es importante darle la relevancia que merece, ya que hace unos ochenta años, los españoles fuimos refugiados a causa de la huida de un gobierno franquista, asesino y totalitario. Claro, que algo me dice que los que ahora critican la llegada de refugiados son familia y amigos de los que no se tuvieron que exiliar en ningún sitio. Llámame loco.

Para mí, un horizonte maravilloso sería el que leí en un libro de Cesar Vallejo, genial poeta peruano que os recomiendo, que en los años treinta hizo una visita a la URSS, y charlando con una alta cadena de mando de una  fábrica, supo que allí no se organizaban por nacionalidades, ni eso era un valor importante a la hora de participar en la vida pública y ser considerado un ciudadano o ciudadana de pleno derecho: lo era el ser trabajador o trabajadora, por lo que las fábricas estaban llenas de asiáticos, de norteafricanos, de europeos y latinoamericanos. La nacionalidad y el color de piel no importaban.

Sueño con que eso sea una realidad tangible algún día en el mundo.

Sólo mediante la educación y el convencimiento de que merecemos los mismos derechos y tenemos las mismas obligaciones, bajo la premisa de que tenemos diferencias culturales, que no se deben jerarquizar ni juzgar, llegaremos a la convivencia en armonía y paz.

Tolerancia cero con el racismo.

Tira millas.



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