Ocio activo

Sabéis los que me leéis con asiduidad, que soy muy dado a aplicar teorías que me parecen interesantes o que me gustan, a la vida cotidiana, y así como el cerebro humano está diseñado para buscar y unir patrones, continúo con esa tendencia mediante la ejemplificación. Hoy me gustaría hablar del ocio activo, por supuesto en base a algo que vi ayer pasando frente al colegio en el cual yo estudié durante seis largos años.

Siempre he pensado, y últimamente cada vez con más frecuencia, que la juventud está tomando una deriva para nada apropiada ni sana, una deriva que por otra parte está siendo la cristalización de una juventud criada y educada en el seno de un capitalismo que premia lo individual por encima de lo colectivo, lo físico por encima de lo intelectual, lo superficial por encima de lo verdaderamente trascendente. No diré que es una deriva que simplemente sea una absorción de la juventud que se ve imbuída a esta vorágine sin poder hacer nada, porque en cierto modo, somos cómplices por mentener y prorrogar un sistema que nos aísla de la vida pública, haciéndonos creer que no pasa nada, que los demás se encargarán de todo y que mientras que las barbas de mi vecino sean las que son cortadas, que yo remoje las mías es algo sin mucho sentido. Paternalismo y frivolidad por parte del sistema. Despreocupación y banalización por la nuestra.

Esta pequeña introducción la ha hago a colación de una escena que vi ayer en la que unos chavales, no más de siete u ocho, estaban fumando solo dios sabe qué, en la escalera de la escuela en la que yo hice primaria de pequeño. De manera paralela, había un entrenamiento del equipo de fútbol sala de ese mismo colegio en las pistas justo en frente. Dos realidades, separadas por la imposibilidad de una de ellas de poder permitirse pagar una tasa, que no es otra cosa que el reflejo del sistema que tenemos. Esta es la anécdota, ahora veamos el concepto.

Había una campaña en televisión que decía de una manera un tanto somera, que para no dejar lugar o hueco a las drogas, se debía tener una ocupación dentro del tiempo libre muy extensa, con muchas dinámicas y actividades, para que no se pudiera caer en la tentación de probarlas, simplemente, porque no se dispusiese de tiempo.

Y ligando estos dos últimos conceptos, yo me pregunto: ¿Por qué no podemos poner a disposición de la juventud una serie de actividades sociales, deportivas y culturales, que permitan poder aprovechar de manera provechosa su ocio una vez acabado su tiempo de educación o trabajo?

El ocio es algo que en mayor o menor medida, es transversal al ser humano en general, y considero que sería una genial idea el hecho de que fuese entendido el aprovechamiento de éste como una herramienta de socialización y un arma educativa, ya que lo es, y muy potente. Un constructor de hegemonía cultural. Decía Gramsci que una sociedad prolífera es aquella que busca que todos sus ciudadanos y ciudadanas sean intelectuales, es decir, que puedan de manera autónoma reproducir la superestructura del estado (ideología, socialización, cultura, costumbres). Para mí, eso implica extender y universalizar la cultura a todos y cada uno de los resquicios de la sociedad: la ciencia, la política, la literatura, el arte, el teatro, la música... Una sociedad que abrazase todo aquello que hace que el ser humano sea humano, como es la capacidad de pensar autónomamente, la esencia de la existencia.

Yo no se cómo lo véis vosotros, pero realmente, para mí ahí sería cuando se podría hablar de manera tangible de revolución, de cambio de paradigma, de agitación, de conciencia de clase y consciencia.

Sería maravilloso.

Tira millas.





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