Una, grande y estúpida

Lo ha vuelto a hacer. Nuestro ilustrísimo jefe de estado ha vuelto a hacer una proclama en pos de la democracia. Esta vez ha sido en un acto junto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Ha dicho que él está para asegurar que se cumpla la Constitución en este país, que es lo que mantendrá un orden del cual debemos estar orgullosos. Pero claro, a mi me surgen dudas.

Una de ellas es el porqué de esa constante exaltación de la Constitución cuando por ejemplo, se están llevando a cabo los mayores recortes a las pensiones en la historia de la democracia sin que él haga nada, en contraposición con otros países como Alemania, que ha conseguido máximos históricos en esta materia o Portugal, que mediante una buena política a la hora de gestionar el bien público, ha podido llegar a unas cifras históricas en la hucha de unas pensiones que, en todos los países no deben depender de posibilidades presupuestarias coyunturales, sino que debe ser uno de los pilares fundamentales de una sociedad digna, que cuida de uno de sus colectivos más vulnerables, como son la población jubilada. Esto en España se cercena de manera tajante, mientras Felipe 'el preparao' lo ve todo desde una barrera financiada con dinero público.

 Parece que el constitucionalismo es selectivo, como así lo demuestran los partidos constitucionalistas (como dicen en los medios), que se llenan la boca hablando de la Carta Magna de nuestra más que vanagloriada democracia cuando se trata de inflar a palos a gente que sólo busca la autonomía de su propia razón frente a la hermética y neandertal visión de un Estado que trata a su gente con la punta del zapato. Lo que más me sorprende es la matemática, ya que es inversamente proporcional la reacción de la gente, frente al tratamiento que el gobierno de herederos franquistas que tenemos les da. Cuanto peor se porta el Estado con cualquiera que sea el colectivo social, bien sea jubilados, víctimas de violencia de género, personas que persiguen el derecho a decidir, familias en el umbral de la exclusión social, o cualquier otro, mejor rédito electoral obtienen. Puede que tengamos Síndrome de Estocolmo. Puede que seamos masoquistas. O puede simplemente que seamos gilipollas, y a juzgar por nuestra historia y el futuro que estamos construyendo, apostaría por lo tercero.

Cada vez me da más vergüenza ser español, y eso que nunca me he sentido como tal, pero ahora más que nunca somos el balcón y vertedero de Europa. Una nación de zarzuela y castañuela que pierde el culo por jugarse la vida frente a un toro, pero que le tiene la más feroz de las fobias a la cultura.

Tira millas. 

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