Oca oca, no tiro porque no me toca

Decía Stephane Hessel que una de las peores enfermedades del siglo XXI era la indiferencia. Lo argumentaba explicando que es la única enfermedad a la que todos y todas somos vulnerables y a menos que estemos preparados, nos puede llegar en cualquier momento, sin que nosotros si quiera veamos los síntomas, atacando nuestro sentido crítico y haciéndonos impermeables a los problemas de la sociedad.

Pues bien, no se equivocaba demasiado, ya que tenemos una generación joven como es la mía que es con diferencia, la más indolente con los conflictos sociales que vivimos día a día, lo cual podemos ver continuamente con el desentendimiento de cualquier tema de actualidad y, no solo el no posicionamiento con respecto al tema, sino también el orgullo al mostrar el pasotismo más frustrante que se puede ver.

Esto lo menciono porque hoy he estado con la formación política a la que pertenezco, en una manifestación en Almería para protestar contra el expolio que está sufriendo la hucha de las pensiones, y las más que precarias condiciones en las que quieren dejar a la población jubilada, recortando sus pensiones y subiendo la edad de jubilación, lo cual es una salvajada bastante seria, dadas las condiciones en las que se encuentra este colectivo a día de hoy.

Pero esto es algo meramente circunstancial dentro de lo que quiero explicar en esta entrada. Cuando se me ha caído la cara de vergüenza esta mañana ha sido al ver que, defendiendo unas pensiones dignas y una jubilación decente para nuestros y nuestras mayores, yo era el único menor de veinticinco años en toda la manifestación, lo cual es bastante significativo. Parecía que no había mucha intención por parte de los jóvenes de, en un futuro, cobrar una pensión cuando se jubilen, porque a este paso... Algo así me dice que, a menos que nos pongamos las pilas muy y mucho, nada claro veo el futuro de la juventud como yo que aspiran a una vida y un trabajo dignos en el futuro. Bastante desalentador a día de hoy.

¿Qué nos pasa? Muy sencillo. Hemos sido educados en la cultura de la comodidad y se nos ha tenido toda la infancia y adolescencia entre algodones, aislándonos de cualquier atisbo de dureza que tuviera relación con el mundo que nos rodea, salvo algunas excepciones. Eso no es enseñar, no es educar. Tenemos una sociedad joven llena de gente indolente y para nada concienciada con los problemas que en un futuro bastante cercano le explotarán en la cara. Una juventud inútil.

Una juventud que no pelea para conseguir sus derechos y no los reclama de manera activa, es una generación perdida, por tanto, a ver si empezamos a despertar y a salir de la caverna para concienciarnos de lo que nos rodea, que no es tema baladí. Solo revirtiendo esta dinámica podremos tener un mínimo futuro como generación. Trabajemos para ello. No es un mensaje de resignación, sino de alerta.

Tira millas.






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