Una caja de galletas


Cómo estudiante de magisterio, por ende, persona que está en constante contacto con niños y niñas, y comunista que por tanto está en constante contacto también con personas y familias de clase trabajadora, me gustaría plantear una reflexión sobre la educación de la infancia de la clase obrera, ya que es un tema esencial dentro de la propia reproducción de la fuerza de trabajo y los modelos de producción capitalistas.

El otro día estaba volviendo de hacer la compra en el supermercado, andando, y en la bolsa llevaba un paquete de galletas que iban en un envoltorio de plástico bastante fino, lo cual hizo que, terminado el trayecto, algunas terminasen rotas debido al traqueteo del viaje y a que mi casa queda bastante lejos del propio supermercado. Esto me hizo pensar en una analogía sobre la infancia.

Vamos a pensar que los niños y las niñas, indistintamente de su clase social, son paquetes de galletas y el viaje de vuelta, el proceso de aprendizaje que se vive durante los años y años de colegio que, a tenor del funcionamiento del sistema educativo actual, "sufre" la infancia. En esta la educación pública sería el elemento igualador que nivela a todo el mundo haciendo que no haya distinción ni beneficio por ningún tipo de condición, pero el problema viene cuando se analiza el viaje que las galletas han de realizar, según el transporte que vayan a recibir, entendiendo como transporte aquellas condiciones materiales que inciden en la vida de todos y cada uno de ellos, tanto para bien como para mal.

Los niños y niñas de familias trabajadoras se ven en muchos casos forzados a ejercer tareas de cuidados como cuidar a parientes mayores, echar una mano a sus padres en sus respectivos trabajos, encontrar horas donde no las hay para ayudar en tareas domésticas, en muchos casos bajo la dolorosa influencia de una precariedad de aprieta y ahoga en ocasiones. En este aspecto esta clase de niños viaja en la bolsa, a pie durante todo el trayecto, sufriendo el meneo que algunas veces los choques con las piernas producen y rompiéndose en el peor de los casos.

En cambio, las galletas burguesas, no tienen que pasar por ninguna de estas fases que van erosionando el camino de las trabajadoras, ya que ellas tienen las necesidades que requieren cubiertas, ya que las condiciones materiales de sus respectivas realidades son antagónicas totalmente a las anteriores: no se desmigajan ni un ápice.

Lo que busco con esta reflexión no es otra cosa sino poner en valor la figura de los niños y niñas de las familias trabajadoras como ejemplos de lucha, de supervivencia y de dignidad, ya que a pesar de que la escuela pública es un elemento igualador, ellos y ellas parten del punto de salida con un tremendo lastre que les ha sido dado sin consulta. Cuidémoslos, admirémoslos, son un valioso futuro que construirán una sociedad seguramente mucho mejor que la nuestra, pero siempre que se les valore y se les de el apoyo correcto para poder avanzar, y eso, sí está en nuestras manos.

Tira millas.

















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