La cara partida
Almería, tanto la capital como todos sus municipios: lugar donde todos los ojos estaban puestos, expectantes en las elecciones municipales del 26 de Mayo. Expectantes por diferentes motivos, sembrados en diferentes ojos. Algunos, esperanzados, otros emponzoñados y alguno que otro deseoso de que produjera una debacle. La pregunta es sencilla: ¿qué motiva a cada perspectiva de las mencionadas? La respuesta es bastante simple, se puede llegar a conclusiones sin mucha indagación.
Los esperanzados, la gran mayoría de los militantes, simpatizantes y votantes, con un proyecto libre de corsés ideológicos y con unas líneas de actuación y planificación política que generaban emoción y la sensación de que esta tierra hace ya mucho tiempo despojada de la clase trabajadora, podía volver a serlo. Entre ellos he de decir que me encuentro entre otras muchas personas, yo. La cara partida es el título de la entrada porque considero que es cómo nos la hemos dejado después de dos semanas de arduo trabajo en las calles, reforzando todo un background de activismo y constante militancia de base que lo queramos reconocer o no, desgasta a nivel personal, laboral, emocional y psicológico a un nivel que sólo el o la que lo ha pasado lo puede llegar a entender. Un proyecto de clase refrendado por gente valiente y defensora de la clase obrera.
Los que deseaban que se produjera la debacle eran polos claros; un Ciudadanos carroñero que en toda la provincia ha relamido los restos de los cadáveres que PP y PSOE han dejado a su paso, un VOX que a pesar de haber reducido sustancialmente su electorado desde las elecciones andaluzas y las generales ha sabido leer los primarios instintos de odio que en nuestros municipios sembró durante los meses pasados, para recogerlo ahora en forma de votos de miedo y de rabia. Los dos grandes en su línea, haciendo gala de su tremenda estructura de partido y en muchos casos, sobre todo en la capital, aplastando al resto de candidaturas. Nada nuevo.
Los emponzoñados, una minoría que ha querido imponer su voluntad a una moribunda mayoría, con las uñas preparadas para sacar la bandera de la unidad y para cubrir de uniformidad todas las especificidades de cada pueblo, cada ciudad, cada municipio, aplaudiendo a quien rompía la disciplina de partido a nivel municipal y abandonando a quien la cumplía, quizá con buena voluntad, quizá sin darse cuenta, no lo sé.
Los que íbamos solos ahora estamos en algunos casos tristes, agotados, destrozados emocionalmente por el desgaste de las interminables campañas electorales que nos han sucedido, pero con ganas de seguir luchando por lo que creemos y lo que queremos. ¿Nos hemos equivocado? La realidad es que no lo sé, lo que sí sé es que es cuán solos nos hemos sentido durante la mayor parte de la campaña y eso, llamándonos Izquierda Unida, no me gusta.
Los esperanzados, la gran mayoría de los militantes, simpatizantes y votantes, con un proyecto libre de corsés ideológicos y con unas líneas de actuación y planificación política que generaban emoción y la sensación de que esta tierra hace ya mucho tiempo despojada de la clase trabajadora, podía volver a serlo. Entre ellos he de decir que me encuentro entre otras muchas personas, yo. La cara partida es el título de la entrada porque considero que es cómo nos la hemos dejado después de dos semanas de arduo trabajo en las calles, reforzando todo un background de activismo y constante militancia de base que lo queramos reconocer o no, desgasta a nivel personal, laboral, emocional y psicológico a un nivel que sólo el o la que lo ha pasado lo puede llegar a entender. Un proyecto de clase refrendado por gente valiente y defensora de la clase obrera.
Los que deseaban que se produjera la debacle eran polos claros; un Ciudadanos carroñero que en toda la provincia ha relamido los restos de los cadáveres que PP y PSOE han dejado a su paso, un VOX que a pesar de haber reducido sustancialmente su electorado desde las elecciones andaluzas y las generales ha sabido leer los primarios instintos de odio que en nuestros municipios sembró durante los meses pasados, para recogerlo ahora en forma de votos de miedo y de rabia. Los dos grandes en su línea, haciendo gala de su tremenda estructura de partido y en muchos casos, sobre todo en la capital, aplastando al resto de candidaturas. Nada nuevo.
Los emponzoñados, una minoría que ha querido imponer su voluntad a una moribunda mayoría, con las uñas preparadas para sacar la bandera de la unidad y para cubrir de uniformidad todas las especificidades de cada pueblo, cada ciudad, cada municipio, aplaudiendo a quien rompía la disciplina de partido a nivel municipal y abandonando a quien la cumplía, quizá con buena voluntad, quizá sin darse cuenta, no lo sé.
Los que íbamos solos ahora estamos en algunos casos tristes, agotados, destrozados emocionalmente por el desgaste de las interminables campañas electorales que nos han sucedido, pero con ganas de seguir luchando por lo que creemos y lo que queremos. ¿Nos hemos equivocado? La realidad es que no lo sé, lo que sí sé es que es cuán solos nos hemos sentido durante la mayor parte de la campaña y eso, llamándonos Izquierda Unida, no me gusta.
Brutal. Así estamos. Pero aquí estamos
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